11 April, 2025

Una investigación internacional alerta de que cambiar la hora es perjudicial para la salud y defiende mantener el horario de invierno

  • El profesor emérito del Departamento de Fisiología de la UGR Darío Acuña forma parte del grupo global de expertos contrario al cambio de hora

Granada, 11/04/25. En #InnovacionPTS presentamos un estudio mundial en el que participa Darío Acuña, profesor emérito del Departamento de Fisiología de la UGR, que avisa del impacto biológico negativo que tiene el cambio horario en las personas. A su vez, este consenso científico apuesta por mantener el horario de invierno, al ser más equilibrado.

El trabajo argumenta que las variaciones de luz a lo largo de las estaciones son suaves para permitir la adaptación humana, suavidad que el cambio al horario de verano rompe. Además, el horario de invierno evita el exceso de luz por la tarde/noche, considerado perjudicial para la salud al alterar el sistema cronobiótico de las personas.

El investigador de la UGR Darío Acuña también ha participado, junto a científicos de diferentes especialidades, en el ‘Committee on Transport and Tourism’, dependiente del Parlamento Europeo, una reunión que analiza la utilidad de discontinuar el cambio estacional de hora o DST en la Unión Europea.

“Los seres vivos, y me voy a referir ahora al ser humano, llevamos unos cuantos años en este planeta, y nos hemos adaptado perfectamente a esos ciclos a través de un exquisito mecanismo de relojería que está constituido por unas 20.000 neuronas localizadas en los núcleos supraquiasmáticos (NSQ) del hipotálamo, una zona del cerebro muy antigua filogenéticamente, y que por eso refleja un mecanismo puesto en marcha con la evolución para adaptarnos al ciclo anual de estaciones”, explica el profesor de Fisiología de la UGR Darío Acuña, autor principal del estudio.

El reloj biológico central en los NSQ expresa de manera rítmica una serie de genes y proteínas llamadas ‘genes y proteínas reloj’, que siguen un ciclo de cerca de 25 horas en los animales diurnos como el ser humano, pero se sincronizan a 24 horas por el ciclo luz/oscuridad a través de unas neuronas de la retina, las células ganglionares intrínsecamente fotosensibles. Estas se excitan directamente por la luz, sin necesidad de fotorreceptores, enviando información por el nervio óptico a esas neuronas del reloj biológico a las que informan del espectro electromagnético que las alcanza en cada momento a lo largo de las 24 horas.

De esta manera, el reloj biológico humano sabe calcular la hora del día en que se encuentra, pero también, con el suave cambio estacional horario, sabe en qué día del año está. Actúa como un reloj y un calendario, predice e informa a otras estructuras del organismo cómo proceder. Por ejemplo, la mayoría de los animales selecciona el momento de la reproducción en aquel período del año en que, según la duración de la gestación, las crías nacerán en primavera/verano, donde las condiciones ambientales son óptimas para su supervivencia.

¿Cómo informa el reloj al resto del organismo? A través de la melatonina pineal. La pineal es una glándula neuroendocrina que recibe información del reloj biológico para decirle cuándo producir melatonina. Por el día, la luz del sol blanca contiene un rango espectral 460-480 nm que corresponde a luz azul, la cual permite al reloj biológico frenar la producción de melatonina; al atardecer, la luz solar pasa a un tono cálido, perdiendo ese espectro azul, y se inicia la producción de melatonina que, unas horas más tarde, alcanza suficiente concentración para iniciar el período de sueño.

Una vez sintetizada, la melatonina sale a la circulación y llega a todas las células del organismo. Alcanza su máximo entre las dos y las cuatro de la madrugada, recibiendo así la información de la hora de la noche para que inicien los procesos celulares de toda índole que se realizan cada día, ya que 24 horas más tarde, una nueva señal de melatonina nocturna resetea dichas funciones e inicia otro ciclo.

“Realmente, cada célula del organismo posee su propio reloj biológico, con los mismos genes y proteínas que el reloj central. Somos 30 billones de células y, por tanto, 30 billones de relojes biológicos perfectamente sincronizados cada 24 horas precisamente por esa señal de la melatonina, que por ello se llama la hormona de la oscuridad y sincroniza la hora periférica con la del reloj central”, detalla Darío Acuña.

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